La ruta se inició por la devoción de peregrinos por ir hacia la catedral donde se encuentran, según la historia, los restos del apóstol Santiago. Un camino de fe y elevación espiritual que se mezcla con paisajes y edificaciones medievales. Por Zulma Lima.
Para comenzar a recorrer este camino que nos lleva a Santiago de Compostela, la capital de Galicia, es necesario conocer algo de su historia para saber por qué esta es una propuesta religiosa, cultural y turística, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
El descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago, hijo de Zebedeo y hermano de Juan Evangelista, cambió la cara de un pequeño asentamiento de origen romano, del noroeste ibérico, que en principio fue una necrópolis y que significó un vuelco en la historia espiritual de una región que pronto se lanzó a labrar un camino para llegar hasta la tan apreciada reliquia.
Desde muy temprano se puede decir que la peregrinación a Santiago se transformó en el acontecer más destacable y profundamente vivido de la Edad Media. De hecho el Parlamento Europeo lo designó como el Primer Itinerario Cultural de ese continente.
El hallazgo
El cuerpo del apóstol Santiago, discípulo de Jesús, ocurrió hacia la segunda o tercera década del siglo IX. A Santiago “el Mayor” se lo ubica como evangelizador en tierras de la antigua Hispania, según sugerían algunos documentos encontrados como el Breviarum Apostolorum en el siglo VI y VII y los textos firmados por el anglosajón Beda Venerabilis y el asturiano Beato de Liébana en el siglo octavo.
Según continúa la historia, casi 800 años más tarde, un ermitaño habría avistado luces celestiales que lo condujeron hacia ese lugar sagrado, hecho que aún es un misterio y que ocurrió durante la desintegración del Imperio Romano, la constitución del reino nuevo y la dominación visigótica. Este eremita avisó a Teodomiro, obispo de Iria, sobre el descubrimiento y el rey Alfonso II hizo construir una pequeña iglesia que dejó bajo la custodia de monjes benedictinos.
El comienzo
Las peregrinaciones se comenzaron a suceder, ya que toda cristiandad deseaba visitar la tumba del apóstol, especialmente en un momento en que, tras las invasiones turcas, se interrumpieron las peregrinaciones a Jerusalén, momento en que en Santiago –año 1078- se había comenzado a construir la catedral románica. De esta manera se iniciaba entonces la época dorada de la ruta hacia Compostela, mejorada por reyes y autoridades eclesiásticas. Por otro lado, hubo muchos motivos por los cuales realizar esta peregrinación. Por ejemplo, el Papa Calixto II, en el 1122, en medio de la difusión de las reformas gregorianas, instituyó el Año Santo cada vez que la festividad de Santiago, el 25 de julio, cayese en domingo; luego, el Papa Alejandro III otorgó la indulgencia plenaria a quien peregrinase en tales fechas, por lo que la visita a la tumba apostólica, que de por sí ya bastaba para movilizar a fieles, recompensaba ahora con la promesa de la salvación. Para atender a los caminantes surgieron monasterios, iglesias, hospitales, refugios, puentes y calzadas que luego de varios años, por la concurrencia de la gente, se convirtieron en nuevas ciudades. La cantidad de asistentes, con los años, tuvo sus vaivenes. En 1982 el Papa Juan Pablo II contribuyó con su visita e hizo resurgir el fenómeno. Hoy miles de peregrinos llegan año tras año.
Rumbo a Santiago
Uno de los primeros pueblos para comenzar con la ruta de Santiago es el pueblo de Triacastela: hermoso, antiguo y con una larga historia. Nosotros comenzamos en Samos, donde pernoctamos en la Posada Casa de Díaz. Luego preparé todo lo que sería el registro de mi peregrinación. Una libreta que pasaría a ser un libro de recuerdos. Palabras que cuando suenen me resulten familiares. La idea es llevar poco peso, cámara en mano y a echarle ganas. Samos es una pequeña localidad rica en parroquias entre las que se destacan San Martiño do Real y la Capilla del Salvador, conocida también como la Capilla del Ciprés por el árbol que allí se encuentra y que ha cumplido más de mil años de vida. Arrancamos el día para cubrir el tramo desde Samos a Sarría para encontrar lo que sería una constante en el camino: el simple deseo de seguir las flechas amarillas. Don Elias Baliña, uno de los creadores de estos símbolos nos alienta con un ¡Buen camino! La peregrinación es un acto de recogimiento, de espiritualidad y de humildad, en donde se aprende a mirar al otro, más allá de su raza, clase social o nacionalidad; se aprende que la camaradería se puede; que una mano tendida es bien recibida, que si gritamos todos juntos aunque no hablemos el mismo idioma, nos escuchan… Aprendemos que se puede confiar y que una sonrisa no cuesta nada.
Disfrutando del paisaje
Una característica del camino era su bosque, su espesura de cuentos; el aroma a madera y castañas, esa bruma que detiene el tiempo…Se mezcla la historia de puentes prerrománicos e iglesias que se empeñan por consensuar su origen y que junto con nuestros, a medida que avanzamos, pasos se ponen a prueba.
La ruta pasa por Ferreiros, un sitio tranquilo y hospitalario donde se pueden comer deliciosos bocadillos, camino hacia Mirallos. Pudimos encontrarnos con infinidad de cruceiros y no me cansaba de tratar de descifrar su simbología, pero pronto entendí que lo mejor era vivir esta ruta francesa que me ofrecía aldeas con postas, en donde podía sellar mi pasaporte para confirmar mi ruta y merecer mi Compostela.
Continuamos por A Pena, Rozas, Moimentos, Mercadoiro, Moutras, A Parrocha y Vilachá donde se encuentra la Iglesia de San Mamede edificada en el siglo XVIII. La fachada posee unas escaleras exteriores para acceder a su campanario. La sacristía está adosada al presbiterio; cuenta con retablos y esculturas en el interior. Desde Vilachá se comienza el descenso por el río Miño y en Portomarín es posible degustar el licor de aguardiente de la zona, uno de los más reconocidos de Galicia. Seguimos por Gonzar, otra preciosa aldea de la ruta para llegar a Castromaior, un sitio que debe su nombre al castro prerromano que domina el perfil del paisaje local.
En Vendas de Narón, hay una capilla digna de visitar dedicada a La Magdalena; continuamos por A Previsa y llegamos a Lameiros – perteneciente al municipio de Monterroso- donde se encuentra otra capilla, la de San Marcos. Más adelante nos encontramos con Ligonde, pueblo levantó un hospital de peregrinos, en el que acogió al emperador Carlos I y su hijo Felipe II, eminentes peregrinos jacobeos del siglo XVI.
Llegamos luego a Eirexe y en Portos, muy cerca, se encuentra el priorato santiaguista de Vilar de Donas, en un pequeño desvío hacia la derecha. Vale decir que el tramo Ligonde – Palas de Rei estuvo protegido desde 1184, durante siglos, por los caballeros de la Orden de Santiago. El final de esta etapa se termina en Lestedo.
Saliendo de Lugo
Desde Lestedo la peregrinación continúa por Os Valos, A Brea, O Rosario y Palas de Rei, una parada obligada para retomar fuerzas y conocer además la Iglesia de San Tirso, la que en el año 897 es donada a la Catedral de Lugo. De la primitiva construcción se conserva únicamente la portada románica de su fachada occidental, muy sencilla, que data de principios del siglo XIII. A la salida se encuentra el conocido Campo dos Romeiros. Allí, las reuniones son habituales antes de iniciar la última jornada que lleva a Santiago. Se continúa por San Xulián do Camiño, donde se puede apreciar una iglesia románica del siglo XII; O Mato, Casanova, Porto de Bois, Couto y Leboreiro con otra iglesia románica llamada Santa María de Leborerio, donde se exhibe una Virgen esculpida en su entrada. En el pueblo hay también un cruceiro y un puente medieval sobre el río Seco. Llegados a Melide está la posibilidad de visitar el Museo Terra de Melide y su cruceiro gótico. El camino sigue por Santa María, O Raído, Boente, donde podemos encontrar una iglesia de Santiago y luego A Castañeda.
Otros pueblos
Luego de abandonar A Castañeda, el viajero sigue la ruta hacia O Pedrido, para llegar después a Ribadiso, con un antiguo hospital de peregrinos habilitado como albergue y del que se tienen muy buenos comentarios. Después: Arzúa. Allí se encuentra una moderna iglesia de Santiago, que posee dos imágenes del apóstol, de peregrino y como matamoros. La capilla gótica de La Magdalena, una fundación agustina del siglo XIV que mantuvo un refugio para peregrinos pobres y que hoy está en ruinas. Arzúa además es famosa por sus quesos y las más importantes ferias ganaderas de Galicia. Seguimos por Raído, Cortobe, Ferreiros, Boavista, A Salceda, A Brea y por último Santa Irene con una iglesia que se destaca y una fuente que invita al descanso.
Durante el camino aprendí que hay cosas que no forman parte de un cuento dramático, por ejemplo, las historias los aldeanos. Jorge, de la casa nueve de Monterroso, cuando nos compartía su historia de niño, su destierro a Suiza y hermanos en nuestra Argentina, se emocionaba hasta las lágrimas. El olvido no forma parte de su genoma y el amor por las raíces empecina la vuelta. Cumplir el sueño de recuperar la tierra y vivir por uno y por los que no lo podrán hacer.
Último tramo
El viaje es por A Rúa, última aldea antes de Arca, capital de O Pino, municipio anterior al de Santiago y al que el caminante accede por A Lavacolla, donde antiguamente existía la tradición de lavarse el cuerpo en el río que pasa por allí.
En Arca las casas están agrupadas en torno a la carretera nacional. La villa brinda diversos servicios, al nivel de una ciudad importante. La siguiente región es Monte do Gozo. Su nombre se debe a que desde ese lugar, se podía admirar por primera vez las torres de la Catedral. Hoy Monte do Gozo es un gran centro de descanso para los peregrinos y turistas. Cuenta con un bosque de eucaliptos que nos devuelve al camino y nos lleva finalmente a Santiago.
La peregrinación se hace evocativa cuando ya queda menos. Uno recuerda el olor a manzanas que bañaba el camino hasta que desaparece. Ya estamos en La Coruña. El último tramo fue con lluvia hacia Monte do Gozo, bendición y alivio, llegamos limpios en cuerpo y alma.
Santiago de Compostela
La capital de Galicia es una gran ciudad con miles de habitantes. En ella se fusiona la modernidad y los sitios históricos medievales: la Plaza Roja, el Aeropuerto de Lavacolla y el halo misterioso, religioso, de la Plaza de Obradoiro. El viajero podrá descubrir un destino de piedras oscurecidas por el paso del tiempo y por la humedad. Rúas viejas con olor a pulpo se dispersan por las calles y todo el casco antiguo. La Catedral representa el lugar clave del caminante y en ella descansan, según la historia, los restos del apóstol. Abrumada por su belleza, fui acunada por las palabras del sacerdote que nos decía `Gracias hijos de todo el mundo por estar juntos hoy…´, y recé por todos.
Se aconseja hacerse de un guía, una vez llegado, ya que es interesante de conocer el precioso y filigranero Pórtico de la Gloria, obras del Maestro Mateo; la Plaza de las Platerías, el Ayuntamiento, la Azabachería, el Parador de los Reyes Católicos y cada losa de la impresionante Plaza del Obradoiro, entre otros sitios históricos. Además es un lugar muy elegido por jóvenes, por las posibilidades de estudio que hay en la ciudad, es sede de congresos y viajes de incentivos y tiene una gran variedad en oferta gastronómica y entretenimiento nocturno. El turismo está muy desarrollado y ofrece todo tipo de servicios, con recorridos temáticos. Finalmente puedo decirles que conocí una Galicia diferente. Ancianos de 91 años enamorados, niños de 4 años felices por besar a esta peregrina y la juventud moderna que desea mantener sus tradiciones.
Más información en: www.xacobeo.es
lA NOTA FUE PUBLICADA EN LA REVISTA TRAVEL TIME
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