domingo, 1 de agosto de 2010

LA MUERTE DE UN DÉSPOTA

Ha muerto Acdel Vilas uno de los más espúreos representantes que engendró el terrorismo de Estado en la República Argentina. Al nombrarlo el recuerdo de Mario Abel Amaya viene a la memoria. Desde febrero de 1975, nombrado por la presidenta María Estela Martínez de Perón, estuvo al frente de la Brigada de Infantería y comandó el llamado “operativo independencia”. Tuvo a su cargo combatir la guerrilla instalada en esa provincia y decidió hacerlo al margen de la ley y del poder judicial.

Puso en funcionamiento numerosos centros clandestinos de detención donde los prisioneros sin excepción eran sometidos a las más crueles torturas antes de ser eliminados por ejecuciones extrajudiciales. Nadie fue puesto a disposición de los jueces. Estos fueron reemplazados por la justicia por mano propia. Al no existir derecho de defensa las víctimas no solo fueron los guerrilleros capturados, sino también los sospechosos y hasta los inocentes que por no aceptar los procedimientos delictivos impuestos por el poder resultaban molestos. También se perpetraron atentados contra civiles que nadie podía entender porque se encuadraban invariablemente en la irracionalidad. Gente de todas las ideas sufrieron las consecuencias de la arbitrariedad. Entre ellos muchos radicales.

A fines de 1975 la presidenta decidió el traslado de este experto en ordenar y ejecutar delitos de lesa humanidad como segundo comandante del V cuerpo de Ejército con destino en Bahía Blanca. Su triste tarea en Tucumán quedó entonces en manos de Antonio Domingo Buzzi, hoy preso y condenado. En poco tiempo Vilas infundió el terror en la población del sur argentino. Por sus crímenes fue uno de los más caracterizados representantes de la dictadura militar instalada en marzo de 1976.

Numerosos profesores universitarios, sindicalistas, intelectuales y políticos democráticos fueron sus víctimas. Las cárceles de su jurisdicción fueron virtuales campos de concentración donde los prisioneros eran sometidos a toda suerte de castigos, torturas y malos tratos. Como consecuencia de los mismos varios murieron, como el diputado radical Mario Abel Amaya y el presidente del Concejo Deliberante de Bahía Blanca el justicialista Jorge Valemberg, Ambos sufrieron el calvario en la cárcel de Rawson. También bajo su dirección se multiplicaron los centros clandestinos de detención en todo el sur argentino.

Vilas murió en la impunidad pero muchos de sus cómplices viven. La justicia, con todas las garantías del juicio justo, tiene la obligación de ejercer su magisterio.

Hipólito Solari Yrigoyen

Presidente de la Convención Nacional

de la Unión Cívica Radical

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