La Catedral desbordaba. Fue conmovedor. Vi hombres y mujeres muy elegantes; vi otros con ponchos venidos de afuera; vi familias completas y gente muy grande; vi mendigos y profesionales; vi sacerdotes y pastores de otras creencias; vi al pueblo argentino… unido, emocionado, cantando con entusiasmo el himno a viva voz…
Sentí la fuerza de esa oración elevada por gente que ya no quería más "el estado de confrontación permanente, que profundiza nuestros males", tal como lo dijo el cardenal Bergoglio. Si bien fue notorio que en este Tedeum, el cardenal no quiso confrontar, sino dar él mismo el ejemplo de unidad, recordó que aún hay desafíos, saldar "la deuda social" y cicatrizar las heridas sin "alentar nuevas exasperaciones y polarizaciones".
Bergoglio dijo "la patria es un don, la nación una tarea", aprobada por los obispos en marzo último. En la oración final, el cardenal pidió rezar por la "prudencia de sus autoridades y la austeridad de sus ciudadanos, para que podamos vivir en paz". Y hubo oraciones de representantes de distintos credos. Siendo el más aplaudido el del pastor Angel Negro, por la comunidad evangélica, preguntó: "¿Qué nos pasa, Padre, que no hay equidad social, si vos hiciste todo tan bien?". Y pidió legisladores que apoyen leyes en favor de la familia, jueces que hagan justicia, gobernantes sabios y que todo el pueblo vuelva a Dios con arrepentimiento.
El 25, en el Tedeum, habló el pueblo, que pudo unirse para pedir por la Patria, que pudo zanjar diferencias sociales para sentir que si no lo hacemos entre todos, no podemos. Habló diciendo que no es posible con peleas, infantilismos o soberbias. El futuro está en nuestras propias manos, hagamos la historia hacia adelante y pensando en los próximos 200 años.
Nota: María Esther Álvarez para
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