viernes, 14 de mayo de 2010
LA PLAZA DE MAYO, EN 1810 (II)
Por Víctor Oscar GARCIA COSTA
Vamos a dar vuelta a la hoy Plaza de Mayo, por entonces dividida por la Recova en Plaza del Mercado –cercana al Fuerte- y Plaza de la Victoria –cercana al Cabildo-, plaza con piso de tierra y barro poceado por el paso de las carretas, como si estuviésemos en 1810 y camináramos de este a oeste, partiendo desde el Hueco innominado, en la esquina actual de Hipólito Yrigoyen y Balcarce, al que nos hemos referido con detalle en la nota anterior. Lo primero que encontramos son los llamados altos de Escalada: la casa del santanderino y de linaje Antonio José de Escalada (1753-1821), construida entre 1782 y 1785, donde nació María de los Remedios Escalada (1797-1823) y donde la conoció el general José de San Martín (1778-1850), que la desposó. Siguen los altos de Crisol, de Juan Crisol (?-?), cabeza visible de una tradicional familia porteña, cuyo hijo Miguel Crisol (1842-1899) habría de ser un destacado urbanista. A continuación está la esquina de Aguirre. El fundador del apellido en Buenos Aires fue el navarro Agustín Casimiro de Aguirre (1744-1796), funcionario y militar al servicio del rey Carlos IV en esta ciudad. Su hijo, Manuel Hermenegildo de Aguirre (1785-?), participó en el Cabildo Abierto del 22 de Mayo y tuvo una destacada actuación en la vida política argentina. Una nieta de éste, Victoria Aguirre (1858-1927) fue la dueña del edificio de Hipólito Irigoyen y Diagonal Julio A. Roca, muy cercano a lo que fue la esquina de Aguirre, que actualmente ocupa como anexo la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y que, si no han desaparecido, debería atesorar parte de las colecciones de arte que le pertenecieron y que están registradas en un Catálogo publicado poco después de fallecer su dueña.
En los sótanos y pasajes subterráneos de la esquina de Aguirre, guardada en antiguos arcones, se conservó por muchos años importantísima documentación relacionada con la Revolución de Mayo y gran parte de la historia argentina, entre ella las instrucciones reservadas a Juan José Castelli (1764-1812), entregadas por la citada Victoria Aguirre al historiador Carlos Ibarguren (1879-1956), quien las dio a conocer.
Después del cruce de las actuales calles Hipólito Yrigoyen y Bolívar, y ya caminando en dirección sur a norte, hallamos el Cabildo, que poco y nada tiene que ver con el que conocemos actualmente. El Cabildo de la Revolución, como consecuencia de la ausencia total de una verdadera conciencia histórica, sufrió múltiples transformaciones: de ser un edificio con torre y con igual número de arcadas simétricas a ambos lados de la central en las dos plantas, fue convertido en un verdadero adefesio que en 1918, como consecuencia de la construcción de la Avenida de Mayo carecía de torre y tenía cinco arcadas hacia el Sur y sólo dos hacia el Norte. A continuación nos encontramos con el edificio del Seminario, que más tarde fue ocupado por la Policía.
Seguidamente están los altos de Duval, edificados por el comerciante, hacendado y propietario naviero Pedro Duval (?-1818), amigo del ingeniero Pedro Cerviño (1757-1816) y del abogado Manuel Belgrano (1770-1820).
Después de la batalla de Maipú del domingo 5 de abril de 1818, el Congreso acordó que para perpetuar la gratitud de las Provincias Unidas, se diera a los sucesores y descendientes del general José de San Martín una finca de consideración de las de propiedad del Estado, que corresponda a los deseos del donante, y que para lo sucesivo sea un fondo que asegure su parte de existencia. Por orden del gobierno, Vicente Anastasio Echeverría (1768-1857) compró en remate público la propiedad de Duval, cuyas finanzas se encontraban en estado catastrófico. Luego de ser refeccionada, la casa fue recibida por Remedios Escalada de San Martín en octubre de 1819. En 1833, Mariano Balcarce (1807-1885), casado un año antes con Mercedes Tomasa de San Martín (1816-1875), hija del Libertador, la vendió a Miguel José de Riglos (1790-1843), por lo que comenzó a llamársela altos de Riglos. Constituyó un centro de reunión de la clase encumbrada y su balcón, el balcón de Siglos, era considerado como un palco privilegiado para los actos y celebraciones que se hacían en la Plaza de la Victoria.
A continuación nos encontramos con los altos de Urioste, mandados construir por el vizcaíno Félix Urioste y de la Campa (?-1835), que murió asesinado, situados entre los altos de Riglos y el cruce de calle, -primera casa de tres plantas que hubo en Buenos Aires- tenía una curiosa característica: por temor a un derrumbe la planta del medio se había construido de menor altura que las plantas baja y alta y, por eso, algún chusco la había bautizado como la casa de dos pisos y medio.
Tras el cruce de calle, ahora en dirección oeste a este, nos encontramos con un Cementerio junto a la Iglesia Catedral. El Cementerio ha desaparecido y la Iglesia Catedral nada tiene que ver con la existente en 1810. Seguidamente hallamos la Curia, una serie de casas bajas, los Altos de Azcuénaga, de la familia del brigadier Miguel de Azcuénaga (1754-1833) –hubo otros altos de Azcuénaga frente a la plaza de Monserrat- y el hueco de las Animas al que nos hemos referido con alguna amplitud en la nota anterior.
Tras cruzar la esquina de las actuales Rivadavia y Balcarce nos encontramos con el Fuerte, pomposamente llamado Real Fortaleza de San Juan Baltasar de Austria, que era el marco Este de la Plaza y de la pequeña ciudad. Su construcción, realizada por Fernando de Zárate (?-?), se había iniciado el 16 de febrero de 1595 a instancias del virrey del Perú, García Hurtado de Mendoza (1535-1609), marqués de Cañete, avisado desde España de un posible ataque de la flota inglesa. Sus murallas habían sido hechas de tapias, esto es, de tierra amasada y apisonada, por lo que pocos años después estaban prácticamente destruidas. Durante el año 1610 el Cabildo había hecho algunas reparaciones y en 1616 Hernando Arias de Saavedra (1561-1634) había pedido permiso al Rey para hacer una Fortaleza nueva, con resultado negativo.
Acarete du Biscay, viajero vasco que estuvo en la ciudad en 1657, dejó escrito sobre la ciudad de la Trinidad y Puerto de Buenos Aires: Contiene cuatrocientas casas, y no tiene cerco ni muro, ni foso, ni nada que la defienda, sino un pequeño fuerte de tierra que domina el río, circundado por un foso, y cuenta diez cañones de hierro, siendo el de mayor calibre de a doce. Allí reside el gobernador y la guarnición se compone de sólo ciento cincuenta hombres, divididos en tres compañías, mandadas por tres capitanes nombrados por aquél a su antojo, y a quienes cambia con tanta frecuencia, que apenas hay un ciudadano rico que no haya sido capitán. Además de este fuerte hay un pequeño baluarte en el Riachuelo, con dos cañones de a tres, dominando el puerto donde atracan las lanchas para efectuar operaciones de carga y descarga de efectos.
En la Plaza de la Victoria no estaba aún la Pirámide de Mayo, pero de ello vamos a hablar en la próxima nota.
Por Víctor Oscar GARCIA COSTA
Columnista de El tiempo es hoy
Lunes de 16 a 17 Hs por AM 1220 cadena ECO
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