miércoles, 16 de junio de 2010

Articulo de nuestro Presidente Honorario en La Nacion‏

Cumplir 200 años para una nación es realmente un hito trascendente y su población tiene derecho a disfrutar de los festejos y actos conmemorativos dedicados a ese evento. La población así lo hizo y prueba de ello fue la fiesta cívica que protagonizaron más de seis millones de argentinos en las calles, que, en paz, con alegría y sin ninguna intencionalidad política, asistieron a los distintos espectáculos.

Los que se acomodaron el último día frente a la TV para ver el desfile del Bicentenario, que, a través de 19 carrozas o escenarios móviles, mostró los hechos más trascendentes ocurridos en estos 200 años de historia pudieron ver, junto con millones de ciudadanos que asistieron personalmente y con varios millones de televidentes más, excelentes actuaciones que representaron hechos históricos y sociales como el Exodo Jujeño y el Cruce de los Andes, la inmigración, las recurrentes crisis económicas, episodios en los que se afectaron derechos humanos, homenajes a los caídos en las islas Malvinas, al tango, al rock, a la murga y una excelente alegoría sobre la industria nacional.

Pero la fiesta no fue completa, ya que vimos un muy pobre homenaje al enorme esfuerzo y contribución a la construcción de la Nación que, sin duda, ha tenido y tiene el sector agrícola y ganadero. Los ciudadanos del interior de nuestra patria que durante los primeros cien años de esta Nación fueron los responsables del espectacular crecimiento económico del país y en estos segundos cien, con sus aportes, soportes del crecimiento y desarrollo de la industria nacional, además de los principales proveedores de divisas, nos merecíamos, al menos, un mayor reconocimiento.

¿Un error de los operarios de las cámaras, de los directores de los canales o de los organizadores del desfile, que de vez en cuando enfocaban una carroza que representaba intrascendentes escenas campestres, dejando de lado la posibilidad de mostrar al sector agroindustrial en todo su esplendor? A juzgar por la visión observada en los eventos anteriores, en donde hubo ausencias notorias y engrandecimientos injustificados de próceres y pasajes de la historia con una clara intencionalidad política, deberíamos pensar que no fue un inocente error, sino un hecho más que se suma, alentado por el Gobierno, al enfrentamiento de éste con el campo.

Lo grave es que no es simplemente un pase de facturas por lo acontecido durante la protesta del campo de 2008, sino que tiene la intención de reinstalar en la sociedad una vieja y equivocada división entre el campo y la ciudad o agro versus industria. Grave, porque además de distorsionar la historia y la actualidad, niega, a la población en general, conocer la verdadera identidad de su país.

El foco de nuestra preocupación debe ser la Argentina, nuestro pueblo, nuestra sociedad, nosotros mismos. La repetición de errores, la renovación de ideologismos arcaicos, la desvalorización del sentido del esfuerzo personal, del sano orgullo por las conductas honestas y la pérdida del íntimo sentimiento de dignidad han socavado nuestras bases culturales e interrumpido el traslado generacional de principios y valores.

La falta de reacción ante la evidencia de tales pérdidas, que reflejan las conductas de quienes están en la cosa pública, permite que el cambio negativo se consolide, sentando a cada paso las bases de la futura continuidad y hasta la profundización de esa decadencia, que ya ha quebrado la barrera de la simple mediocridad para convertirse en inferioridad, marginación y encono.

No podemos soñar adónde vamos si no sabemos dónde estamos y menos si negamos de dónde venimos. La sociedad reclama al Gobierno, a la oposición, a los distintos sectores y a la sociedad todo un cambio de actitud. Que la ofuscación y los prejuicios no alteren el camino al Tricentenario.

Por Luciano Miguens
Para LA NACION y El tiempo es hoy.


El autor es presidente honorario de la Fundación Despertar. Colaboró Eduardo Bunge, presidente de la entidad.

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