domingo, 20 de junio de 2010

HISTORIAS SOBRE LA VERDADERA CELESTE Y BLANCA


HISTORIAS SOBRE LA VERDADERA CELESTE Y BLANCA

En la historia de la “celeste y blanca” existen enigmas y aspectos poco conocidos que a esta altura parecen secretos conspirativos.

Con la fiebre mundialista de estos días, los colores de nuestra bandera, son convirtieron en el decorado de fondo (fundamentalmente político-mediático), de casi todo un espectáculo recurrente que fue sucediendo ante nuestros ojos. Un decorado dónde los argentinos depositan emocionalmente gran parte de sus aspiraciones, ilusiones y frustraciones. Aun cuando no siempre fue así, ahora con el fútbol, todo tiene que ver con la celeste y blanca... y especialmente esa variante que explota esa extraña forma del patrioterismo con mucho éxito.

La Bandera y algunos datos.
Nuestra enseña patria es obra de la tenacidad de Manuel Belgrano. El prócer la impuso como símbolo nacional antes de que el gobierno la aprobase como tal. Los testimonios de una historia casi misteriosa siguen guardados en libros que pocos leen. En este repaso de la literatura existente, nos iremos enterando de aquello que ya deberíamos saber: no todo es lo que parece en aquello que cultivamos como memoria colectiva.
Sobre los colores de la bandera hay controversias, anécdotas y leyendas. Además, en diversas ocasiones, se ha especulado sobre el interrogante de los motivos que llevaron a Manuel Belgrano a elegir los colores blanco y azul celeste para la bandera que enarboló en las Barrancas del Paraná, algo que de todas formas tiene su explicación. En la “Gran Enciclopedia Argentina” que dirigiera Diego Abad de Santillán, se advierte que “esos colores estaban en el ambiente y fueron volviéndose tradición y más adelante los morenistas los usaron para diferenciarse de los savedristas y proclamar su fe en la Revolución de Mayo”. Es oportuno recordar –según el mismo texto-, que ya los llevaban los húsares de Pueyrredón cuando sucedieron las invasiones inglesas.
Con respecto al primer tema, es Dardo Corvalán Mendilaharsu quien en el capítulo “Los símbolos patrios” de la Historia Argentina editada por la Academia Nacional de la Historia, afirma que cuando French llega a la Plaza el 25 de Mayo y observó que una parte del pueblo se había refugiado de la lluvia bajo la Recova, “se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca”. Al ver eso, French actuó con rapidez y compró cintas de esos colores que repartió entre los suyos para diferenciarlos de los españoles que portaban una cinta roja. Esto nos permite decir que los colores de nuestra insignia patria se empezaron a popularizar con la Revolución de Mayo.

La Bandera de la Independencia.
Ya en plena guerra independista, fue Manuel Belgrano quien planteó la necesidad de sustituir los colores españoles por otros que nos identificaran. Comprendía la necesidad de diferenciar a las tropas de la revolución de las realistas, y el 13 de febrero de 1812 escribe al Triunvirato desde Rosario: “Parece que ha llegado el caso de que se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio, y como por otra parte hay cuerpos del ejército que la llevan diferente, de modo que casi sea una señal de división, cuyas sombras, si es posible, deben alejarse como Vuestra Excelencia sabe, me tomo la libertad de exigir la declaración que antes expuse”.
El Triunvirato recién resuelve la situación el 18 de mayo de 1812 al disponer que los colores blanco y azul celeste serían los colores de la escarapela, por lo cual la posteridad establece el 18 de mayo como Día de la Escarapela. Como Belgrano no recibió la respuesta con la rapidez que esperaba, decide avanzar aún más para tener un símbolo propio, y lo hace en las Barrancas del Paraná al inaugurar las baterías Independencia y Libertad el 27 de febrero de 1812, fecha en que enarboló la bandera blanca y azul celeste, colores que todavía no habían sido aprobados para la escarapela nacional por el Triunvirato.
En esta ocasión, comunicaba que “siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y azul celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.”.
El Primer Triunvirato lo desautorizó con severidad porque “enarbolando la bandera blanca y celeste, como indicante de que debe ser nuestra divisa, las cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se fundan nuestras operaciones y protestas”, refiriéndose a la proclamada lealtad a Fernando VII.
Belgrano acató la orden, pero en el segundo aniversario del 25 de Mayo, que lo encuentra en Jujuy, volvió a enarbolar una bandera con los mismos colores. El abanderado fue el barón de Holmberg que, además, la llevó hasta los balcones del Cabildo jujeño donde fue bendecida por el canónigo Juan Ignacio Gorriti.
Estos hechos le ocasionan a Belgrano una nueva reprimenda del gobierno de Buenos Aires, que le advierte que será “la última vez que sacrificará hasta tal punto los respetos de su autoridad y los intereses de la Nación”, y le ordena que a vuelta de correo dará cuenta exacta de lo que haya hecho, en cumplimiento de esta suprema resolución”.
La respuesta de Belgrano también fue terminante. Decía que “la bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella”… “pero si acaso me preguntaren por ella responderé que se reserva para el día de una gran victoria del Ejército”.

El símbolo y su importancia
Belgrano tenía muy en claro que el significado de un símbolo hacía que su importancia iba más allá de distinguir amigos y enemigos, porque actuaba como factor aglutinante antes, durante y después de las batallas, y era un símbolo de identidad.
Además del episodio referido a la bandera, Belgrano había recibido la orden de no dar batalla y replegarse hasta Córdoba, orden que no acató y en cambio trataba de reorganizar el ejército para frenar el avance de los españoles. Así les da batalla en Tucumán, obteniendo un triunfo resonante. Vuelve a enarbolar la bandera celeste y blanca, cumpliendo lo que había prometido hacer en ocasión de “una gran victoria del Ejército”.
José María Paz relata en sus “Memorias Póstumas” que en el Río Pasaje “tuvo lugar la solemnidad del juramento, que se recibió del ejército de defender el nuevo pabellón celeste y blanco, que adoptaba nuestro país”. En este caso, no hubo reprimenda de Buenos Aires porque había cambiado la orientación política con un nuevo Triunvirato y la reunión de la Asamblea General Constituyente que aprobó emitir moneda propia, un escudo nacional y una “Marcha patriótica “que anuncia la independencia de “una nueva y gloriosa Nación”.
Pedro Agrelo, que fue asambleísta, comenta que si bien no se aprobó la nueva bandera “se mandó quitar de todas partes la bandera española y se sustituyó, de hecho, por un nuevo escudo”. A su vez Beruti, en sus “Noticias curiosas”, expresa que en ocasión del tercer aniversario de la Revolución “no se puso bandera española en el fuerte, antes por el contrario se le quitó el mastelero del asta de bandera donde se ponía, sintiéndose que no se hubiera puesto la nuestra en reemplazo de aquella”.
Ricardo O. Jacob, en una extensa nota que publica en “Todo es Historia” de junio-julio de 1992 bajo el título “Los colores nacionales”, señala que el Cabildo de Salta, con motivo del tercer aniversario de la Revolución de Mayo, solicita “al gobierno los fondos necesarios para formar una bandera con las armas de la Asamblea el 14 de mayo. Así se hizo en ese tercer aniversario, según lo cuenta Feliciano Chiclana: “Es el nuevo estandarte de color celeste y blanco con cordones, borlas y aparejos del mismo color: por un costado se ven las armas del Estado, que con el árbol, el gorro de la Libertad, sostenidos de los brazos unidos y rodeado de dos guirnaldas, y por la parte superior un sol naciente con esta inscripción en toda la circunferencia: Soberana Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.
Jacob advierte que “es difícil establecer si este estandarte se aproxima a las características de la bandera de Belgrano. Tal vez no por ser justamente un estandarte. Sólo establece que sus colores son celeste y blanco, pero no dice si las franjas –que son dos-, deben ser verticales u horizontales. Muchos estudiosos del tema se inclinan a creer que se trata de franjas verticales. De ser así, es muy probable que ésta haya servido de modelo a la Bandera de los Andes”.
La oficialización de la bandera nacional debió esperar hasta que el Congreso de Tucumán, luego de declarar la Independencia, resolviera en sesión del 20 de julio de 1816 que “Elevadas las Provincias Unidas en Sud América al rango de una Nación, después de la declaración solemne de su Independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de bandera menor, ínterin sea decretada al término de las presentes discusiones la forma de gobierno más conveniente al territorio”.
Manuel Belgrano, con su tenacidad, fue logrando que la insignia se hiciese carne en la opinión pública antes de que el gobierno se decidiese a declarar a la bandera el símbolo nacional de los argentinos. Esto explica también que el día de la muerte del prócer, el 20 de junio, haya sido decretado el Día de la Bandera en su honor. Lo que pocos saben es como llegó “nuestra celeste y blanca” a tomar la forma que actualmente tiene.


Nota: Por Juan Bazán para
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