martes, 15 de junio de 2010
LIBERTAD DE PRENSA, PERIODISMO INDEPENDIENTE Y LIBERTAD DE EXPRESION
Con motivo de las reacciones generadas a raíz de la sanción de la tan esperada y reclamada Ley de Medios, una gran parte de ellas producida por los más afectados por las prescripciones de la nueva ley, se han sacado al debate por vía de la queja cuestiones tales como libertad de prensa, periodismo independiente y libertad de expresión.
A partir de nuestra concepción relativa a la diferencia que existe entre libertad y patrimonio, se nos hace necesario formular algunas apreciaciones en torno de las cuestiones planteadas. En primer lugar, debemos señalar que la libertad es una e indivisible y está integrada por el conjunto de derechos, mal llamados libertades, relativos a la persona humana. Esos derechos existen en función del individuo, son siempre facultad de hacer, nacen y mueren con el individuo que es el sujeto de esos derechos, son intransferibles, indelegables e inheredables . Entre esos derechos también está el derecho A la propiedad, que fue, en su momento, una conquista histórica en la lucha por los derechos del hombre.
El patrimonio, en cambio, está formado por el conjunto de derechos relativos a la posesión de los bienes y las cosas. Esos derechos existen en función de la sociedad, son siempre facultad de tener, normalmente nacen antes de la aparición del sujeto poseedor y perduran después de su muerte, son transferibles, delegables y heredables. No forman parte de la libertad porque no puede haber, no debe haber, sobre la base de un principio de equidad y justicia, ningún derecho que integre la libertad que se sustente en el derecho DE propiedad, o sea que nazca de la propiedad y de la condición de propietario.
Es así, porque una cosa es el derecho A la propiedad, o sea el derecho a ser poseedor, y otra muy distinta el derecho DE propiedad, que nace de la calidad de propietario y que inevitablemente conllevaría a aceptar como definitiva la injusticia de que quien tiene más propiedad tiene, cuantitativa y cualitativamente, más derechos y, por ende, más libertad.
En la expresión libertad de prensa que, en realidad, debería ser derecho a emitir ideas por la prensa, encontramos dos conceptos opuestos: uno, referido a la libertad, en realidad a una parte de ella y que es el derecho a emitir ideas por la prensa y otro, relativo al patrimonio, a lo material, a la prensa y a quien la instrumenta, o sea: a la máquina de imprimir o a la empresa que la detenta, lo que es una incongruencia.
No hay libertad de prensa, como no hay libertad de cuchillo; no hay delitos de imprenta, como no hay delitos de cuchillo. Es un concepto equívoco. Puede haber delitos comunes cometidos por medio de un cuchillo o por medio de la prensa. Lo que nosotros defendemos no es la libertad de prensa porque de hacerlo estaríamos aceptando, impasibles y como definitivo, lo que, lamentablemente, es una realidad: que la empresa de prensa más grande tiene, injusta e inequitativamente, más libertad que la prensa más chica y que no es otra cosa que la libertad que le da el patrimonio o sea el poder económico. Lo que nosotros defendemos es el derecho a emitir ideas por la prensa que es algo muy distinto a la llamada libertad de prensa.
Otro concepto equívoco y muy importante por sus connotaciones laborales, es el del periodismo independiente. Cabe preguntarse ¿periodismo independiente de qué? ¿periodismo independiente de quién? En la relación entre el dueño de los medios de producción y el vendedor de la fuerza y/o capacidad de trabajo no hay independencia, no puede haberla. El periodista-empleado hará lo que el propietario del medio empleador indique y no lo que aquél piense u opine sobre el contenido del mandato que recibe.
Excepciones aparte, nadie es independiente en materia periodística porque el ser humano, aunque en algunos casos lo niegue, es un sujeto de ideologías y, por lo tanto, porta y transporta una determinada valoración ideológica de los hechos que los dueños de los medios de producción, ergo, la prensa, hacen valer y exigen defender con todo el peso de su poder económico y en las propias relaciones de producción.
Los vendedores de la fuerza de su trabajo, inclusive como en este caso el de su trabajo intelectual -en realidad todo trabajo, aún el más manual de los trabajos, tiene un contenido intelectual- no pueden hacer primar su valoración por su desfavorable condición en la relación de producción existente entre el empresario y el trabajador.
Algo parecido ocurre con la mal llamada libertad de expresión que es, en realidad, el derecho a expresar ideas, sujeto a los mismos condicionamientos que genera la inexistencia de una prensa independiente. En rigor de verdad, en esta materia que tratamos, el único derecho integrante de la libertad, invulnerable en tanto no se atente contra la vida del sujeto, es el derecho al pensamiento, que es interno, pero en cuanto se intente externarlo, queda al alcance de la vulneración por las mismas causas que afectan al derecho de expresar ideas.
Está claro que ante la actual tendencia a globalizar, también, ideas y conceptos, cada vez estamos más obligados a separarlos cuidadosamente para impedir el cambalache discepoliano en el que, en tanto por un lado cada vez acrecientan más su poder los que más tienen, por otro lado, cada vez se hace más difícil al trabajador de prensa el rescate y defensa de sus pensamientos y de sus valores éticos porque ello implica generalmente la pérdida inexorable de su fuente de trabajo.
Víctor O. García Costa Columnista
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